A Garganta da Serpente

Rodrigo Verdugo Pizarro

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DIESCICIETEAVO ANUNCIO

(A Ludwig Zeller)

Un anzuelo de labios para ir en busca de ese paraíso
que se extravió en el fuego
relacionarse como manchas con la muerte,
otros como golondrinas con la intemperie masacrada
las lámparas reciclan fantasmas, sin estar destinadas a eso
siempre cuando escribimos, estamos imitándolas
siempre con el mismo susurro como derrotero,
un susurro que aunque lo dejemos en la tierra o en el cielo,
no puede ser consumido por nada
pero que a cualquier precio seduce a las raíces durante las noches.
Yo comercio con escarabajos, aguas amnióticas, hipótesis,
porque vendrá el exterminio
y que pueden hacer algunos si no es tener una cruz de mañana,
cubrir de fluor el desfiladero
saber que el parpado vuelve inmemorial al ojo
y volver a buscar debajo de las piedras
que pueden si son arrojados por sus propios huesos,
cuando la seducción va saliendo de las cajas de niebla
y el animal alquímico sigue robando uñas,
y sigue incitando a las puertas, estrellas y piedras
a una fusión riesgosa.
Nos hemos comparado tanto con ellos, que los creemos como hermanos
Seguimos comparando manos, acantilados, petrificaciones
con un estallido que nos trae de todas partes,
sin que tengamos necesidad de trazar una red o una ley para la sed de las horas,
es simplemente que nunca estaremos listos
como la espuma para el secreto
ese es nuestro consuelo, ojala nunca lo sepan nuestros padres
porque no seguirían levantando la fortificación
por eso comparando hemos llegado a saber
que las confesiones de la noche son pájaros,
y cuando vuelve el día no están por ninguna parte, aunque algunos busquen infructuosamente en los armarios,
en las casas de muñecas, en los ceniceros y hasta dentro
del propio ancestro, como si un desconocimiento se metiera
dentro de todos los ojos
haciéndonos saber que lo que nunca seremos abre puertas
debajo de la tierra.
Nuestros padres se inclinan ante la piedra que encierra la posibilidad de que seamos infinitos
piedra que luego será muro, oh primera piedra a la que llegaron
cuando venían del mar con un desastre de labios,
cuando no resistían la mordedura del paraíso con tablas fabulosas
pero ya en tierra firme, se frotaron las manos en la piedra
él hizo su inscripción de niebla en las semillas
una y otra vez le decía: "sea tu cabellera la que brote de la boca de la esfinge, eso seria como aquel terremoto en el cementerio",
"Lo que advierten las estrellas esta en tus pechos, yo lo sé y lo grabo porque se que cuando nos despidamos el fuego separara los mundos
pero ya en tierra firme ella se confeso diciéndole: "nunca terminaras de conocer esa sal que aparece en los agujeros ebrios,
"Hoy en día un llanto de meteoros mide los arrecifes, mide los martillos"
¿pero que es lo que él engendra, que es lo que ella guarda en su vientre?
si todo es pensamiento debajo del agua.
Comparamos manchas, vuelos, rotaciones, vasos
jamás lo hacemos de día, de dia un umbral siempre pasa la lista,
y siempre faltan algunos
andarán blasfemando contra el horizonte, o asexuando las anclas
tal es el dolor de ellos, que apadrinan acantilados
y no haya red ni ley que valga para ellos,
al volver la noche, solo encontramos una desnudez que destruye
reconstruimos con diamantes la boca
que animalizó al viento y al fuego
como si fuera también un consuelo
ante tanto arrebato, ante tanto extravío.

(Del libro inédito "Anuncio")


(Rodrigo Verdugo Pizarro)


voltar última atualização: 19/09/2006
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