A Garganta da Serpente

Rodrigo Verdugo Pizarro

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DIECISEISAVO ANUNCIO

Llegamos a la ciudad temible
donde los corderos se columpiaban en alambres
Rondaban patrullas de lenguas, calvos ancianos de negras capas
era nuestro lugar de siempre,
nuestro dormitorio estaba en un ascensor
Luego de verificar cada rincón, de edificar ciertas alusiones
le prendimos velas al cadáver de la distancia
llegamos a acostarnos, a copular, alguien movió la palanca
y descendimos al subterráneo, las paredes eran distintas,
estaban llenas de repisas que a su vez estaban llenas
de tubos de ensayos sucios y vacíos, por una rendija se oían gritos, se veía la sombra de corderos columpiándose
la intermitencia de esas patrullas de lenguas estaba en nuestras bocas y en tu vagina
de nuestro dormitorio, salían alusiones a la piedra y al agua,
llegaban a todos los rincones de la ciudad.
Vi todo lo tuyo y no eras más
que la inocencia del relámpago sobre la cama
nada más que la gran oscuridad de un parque
ven te dije, ven oh pájaro antes que la altura sea estrangulada
ven a mi, dijiste porque después que nos amemos,
las nubes entenderán el desgarro.
Alguien movió la palanca, otra vez ascendimos
Vistes todo lo mío, la gran oscuridad de un parque
y yo amordazado sobre la mesa uterina
vistes al que quería partir, como lo iban siguiendo esas olas
que eran los áureos carpinteros
como iban ofreciéndole verle desde todos los ángulos a la vez
para que así pudiese guardar memoria y extinción,
como dos maceteros distintos.
Vistes al que quería regresar, como las olas estallaban
y en el camino se encontraba con nidos inasibles, puertas y tatuajes
la gran oscuridad de un parque,
memoria y extinción sobre la mesa uterina
mientras la sangre nos dimensionaba.
Llegamos a la ciudad temible, de prisa a nuestro lugar de siempre
llegamos a acostarnos, a copular, a ver todo lo nuestro,
esas alusiones que salían del mar
porque el mar era la víspera de nuestros cuerpos
y llegaba el turno de ellos, quienes nos traían en bandejas
esas cabezas de corderos, cabezas vertiginosas, por cierto,
prueben de esa sangre, se oía por las rendijas
porque cada vez que alguien lo hace el torbellino se persigna
prueben ponerle esa cabeza de cordero al cadáver de la distancia
mezclen esa sangre con la vuestra, decían los calvos ancianos
de negras capas, mientras se acciona de nuevo la palanca,
cambian de nuevo las murallas
por las rendijas se oía como respiraba la neblina,
como si tuviera el resultado de piedras y de aguas,
ese que tienen nuestros cuerpos cuando duermen
sabréis oh hombre y mujer como regresar tanto del ángel
que araña el fondo del mar, como de la inocencia del relámpago,
ah en definitiva de la gran oscuridad de un parque
sabréis como mover la palanca a vuestro favor
o acaso vuestros cuerpos no vuelven juntos,
justo cuando las grietas perdonan lo que pasa dentro de las nubes
y las alusiones rodean por los cuatro costados a la ciudad temible.

(Del libro inédito "Anuncio")


(Rodrigo Verdugo Pizarro)


voltar última atualização: 19/09/2006
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