un ciego baja en la escalera
de los árboles sombras someras
prensa con los labios un aire amargo
palpa con los ojos de sus manos
las frutas perdidas de su jardín sin remedio
camina por la oscuridad
de una calle atestada de inocentes
que ciegan toda vida a sus ojos
olvidan todo aire a sus entrañas
no hay ciego que no pueda ver
en la oscuridad de esa calle
el destino final de todos esos otros ciegos
(extraído de mapas del ojo)
(Héctor Ranea Sandoval)
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