Oyente sin descanso, el sonido
es denso y ancho, dura hasta las últimas piedras.
Todo entra por el oído, incluso
la lluvia que el sueño supone oblicua,
el tiempo, contado en horas
o mudas de piel de serpiente
o jarros con leche que hierve.
Y cuanto vibra es mundo,
cavidad de cuerpo, expuesta, oculta,
sábana que vuela, desnudo
que huye del paraíso
y entra, feliz, en el infierno.
(Carlos Barbarito)
|